Hemos sobrevivido a las 70.000 maneras de morir del ICD-10
Ya han pasado 3 semanas y parece que el mundo no se ha resquebrajado. El 1 de octubre de 2015 entraba en vigor en los Estados Unidos la obligatoriedad del uso de los códigos diagnósticos ICD-10, la última versión de la clasificación internacional de enfermedades creada por la OMS que incluye 68.000 códigos para describir problemas de salud de lo más variado.
Y claro, para pasar de los 13.000 códigos de la versión previa a los casi 70.000 de la actual ha hecho falta tirar de imaginación y de ahí surgen códigos cuando menos curiosos como: aspecto personal raro (R46.1), mordido por una orca (W56.21 o si te dejas morder una segunda vez W56.21XD -¿en serio?-), asistencia a una vagina artificial (Z43.7), accidente al hacer punto o al ganchillar (Y93.D1) y por supuesto, el siempre necesario quemaduras por esquíes acuáticos en llamas (V91.07XA).
Como podéis ver, todos ellos códigos imprescindibles, el personal de urgencias sabe de lo que hablo. Desde luego ahora empieza a tener sentido todos esos contadores del "juicio final" que veíamos por la Red avisándonos de que se acercaba el día.
Claro que la cosa se pone un poco más seria cuando para escribir un diagnóstico hay que interpretar códigos como el E08.329 Diabetes mellitus debida a una condición subyacente con retinopatía diabética no proliferativa severa sin edema macular. Y es que hay que leerlo al menos tres veces para entender qué tiene el pobre señor.
Y por claro está, entre tanto código alguno se les tenía que olvidar. Digo esto porque uno puede tener un accidente donde quiera (ópera Y92.253, biblioteca Y92.241, pista de squash Y92.311, huerto Y92.74, la piscina de la cárcel Y92.146...) pero desde luego sería inimaginable que alguien se hiriera, por ejemplo, en un viñedo.
En fin, todo son risas hasta que te succiona la turbina de un avión, y sí, lo has adivinado, también hay un código para eso (y por si repites V97.33XD).
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