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Receta Electrónica ¿un sueño frustrado?

Hoy toca una entrada entre el humor y la desdesperación. Viene motivada por el ya famoso vídeo de, el no menos famoso, Vicente Baos (el de los supositorios).

Pongámonos en contexto. Años pre-crisis, el idílico sueño de la eSalud llama a la puerta de los consejeros de Sanidad de nuestros diecisiete sistemas de salud. Las ideas de eficiencia, celeridad y mejora del servicio son simples eslóganes de campaña en un momento en el que lo importante es ser "el más". Entre todos los proyectos de informatización y digitalización de la burocracia sanitaria surge uno que los médicos de Atención Primaria acogen de brazos abiertos, la receta electrónica, uno de los 15 aspectos de la eSalud llamados a revolucionar la Sanidad.

La Receta Electrónica recibe las bendiciones de los Colegios de Médicos, farmacéuticos, consejerías de salud y de la opinión pública.

Pacientes crónicos con medicaciones crónicas que se ahorran el viaje al Centro de Salud cada semana (cada mes si tienen suerte) por que en sus tarjetas sanitarias están registradas todas las órdenes de prescripción. Médicos que liberan horas y horas de trabajo al mes al no tener que firmar cientos de papeles por semana. Farmacéuticos que ganan en autonomía y cobran un papel más relevante en un sistema que los ha querido convertir en dispensadores automáticos. Lo que en inglés se conoce como «Win, Win», un ganamos todos.

Pero llegan los ataques de los mercados [sic].

Empiezan los no-recortes, los no-tijeretazos, la no-recesión. Y con ellos volvemos a las andadas, los proyectos piloto paralizados, los pacientes haciendo cola por sus recetas, los farmacéuticos dispensando (mientras puedan). ¿Y los médicos? pues a lo suyo también, a manejarse en la burocracia, a perder tiempo mientras les exigen eficiencia y sacrificios. En definitiva, a seguir con las pilas de papeles colorados por firmar...

Montaña de recetas firmadas

La imagen fue tomada esta semana en el C.S. de Berriozar, en una consulta con uno de los cupos más complejos que pueda imaginarse, donde por supuesto médicos y enfermeras no tienen nada mejor que hacer que firmar y revisar cada semana una montaña de recetas de ese calibre.

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