Poliomielitis, a por la segunda ahora más que nunca
La poliomielitis tiene cada vez más opciones para pasar a los libros de Historia de la Medicina como la segunda enfermedad que el ser humano ha conseguido erradicar. Hasta el momento sólo la enfermedad de la viruela ha desaparecido, gracias en gran parte a la magnífica campaña de la vacuna que emprendió un alicantino, Francisco Xavier Balmis. Gracias a la excelente vacuna y a una campaña bien coordinada a nivel global apoyada por la Fundación Bill y Melinda Gates, la polio bien podría ser la próxima en acompañar a la viruela. Por ahora los países de América, la región del Pacífico (incluyendo China) y Europa están libres de la enfermedad según los criterios de la OMS.
Resulta que con la Poliomielitis tenemos una oportunidad excepcional ya que los seres humanos somos los únicos seres vivos en los que el Poliovirus puede sobrevivir. Esto significa que si toda la población se vacunase, en unos pocos meses el virus se extinguiría. Además disponemos de una vacuna de administración oral, lo que simplifica enormemente las campañas de inmunización. Hoy por hoy el único impedimento real a la extinción de este virus es la voluntad y el compromiso de los organismos internacionales y de los países más ricos.
En el plano práctico la negativa de ciertos colectivos a vacunar a sus hijos es otro de los obstáculos. Hay que lanzar un mensaje claro a estos padres, hacerles comprender el significado de su decisión, la relevancia de las vacunas y lo que han hecho por la salud de todos nosotros. Como podéis ver en la foto superior, antes de la llegada de esta vacuna eran frecuentes los casos en los que las complicaciones de la poliomielitis no sólo dejaban incapacitados a miles de niños; pero no sólo eso, muchos tuvieron que permanecer el resto de su vida en unos pulmones de acero. No hay ninguna relación entre vacunas y autismo.
A finales de la década de los 1950 la enfermedad afectaba en España a 7 de cada 100000 habitantes, sesenta años después todavía tenemos unos 20000 enfermos con secuelas. Los padres de ahora no tienen ya que preocuparse por que sus hijos vayan a quedar confinados en un pulmón de acero que les ayude a respirar, gracias a las vacunas.
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