Inyección sin aguja, estilo Star Trek
La inyección de fármacos sin agujas no es algo nuevo, pero sí algo poco conocido.
Esta, es una posibilidad que fue descubierta a principios del siglo pasado, a raíz de los accidentes que ocurrían con los sistemas de inyección de combustible de los motores diésel. Los trabajadores sufrían inyecciones accidentales de combustible bajo la piel por la gran presión a la que impactaba el chorro. Así, durante años se fue perfeccionando la técnica, logrando un amplio uso en las campañas de vacunación masiva contra la viruela, llegando a ganarse el sobrenombre de «Pistolas de la Paz».
Los inyectores a chorro, más conocidos como jet injector en inglés o Hypospray para los fans de Star Trek, han saltado a la palestra en los últimos días porque un equipo del MIT ha lanzado un nuevo modelo que supera varios de los inconvenientes de sus antecesores.
Si bien hay varios dispositivos en el mercado basados en el jet injection, tienen algunas desventajas. Los mecanismos usados, en particular en diseños de resorte, son esencialmente "todo o nada", liberando una bobina que expulsa la misma cantidad de fármaco a la misma profundidad en todo momento. Además no evitan efectos secundarios como dolor de la zona, el sangrado o incluso el riesgo de infección entre usuarios.
Por supuesto, aparte de la principal ventaja para el paciente de que obviamente no necesita agujas, esto también evitaría parte de los millones de pinchazos accidentales que se dan cada año en el mundo entre los profesionales sanitarios y que llevan a un alto grado de estrés, pruebas y tratamientos profilácticos, cuando no a la transmisión de enfermedades como el SIDA o hepatitis.
Lo que hace diferente a este nuevo modelo desarrollado en el MIT es que el mismo aparato puede calibrarse según la dosis y el tipo de piel o la profundidad a la que quiera inyectarse el medicamento. Así podemos realizar inyecciones intradérmicas o hipodérmicas en función del medicamento que queramos administrar.
Me siguen quedando dudas sobre el aspecto más controvertido de la inyección a chorro, la transmisión de enfermedades víricas entre usuarios. Según un estudio del año 2001 estos sistemas conllevan en ocasiones una contaminación a través de la sangre pudiendo transferir 10 pl de sangre de un usuario a otro. Aunque parezca una cantidad ridícula, es lo mínimo que necesita el Virus de la Hepatitis B para transmitirse. Con esta sospecha ya en 1997 el Ejército de los Estados Unidos dejó de utilizar este sistema de vacunación, aunque lo retomó un año más tarde usando una técnica desechable con líquidos estériles. En 2008 la FDA encontró que el 8% de los aparatos quedaban contaminados tras inyectar a un paciente que tenía el VHB.
El aparato funciona con un motor electromagnético (un actuador de Fuerzas de Lorentz) que consiste en un imán rodeado de cable de cobre, unido a un pistón que se activa al aplicar electricidad sobre el cable de modo que empuja el medicamento a casi la velocidad del sonido (314 m/seg) con una presión de 100 MPa a través de un conducto del grosor de la probóscide de un mosquito (por eso no se nota el pinchazo. La velocidad a la que se dispara el pistón se puede regular según la cantidad de corriente que se haga entrar.
Por el momento la inyección a chorro está limitada a medicamentos que vengan en formulación líquida algo que limita bastante su uso porque, por ejemplo, las vacunas en formato líquido suelen requerir condiciones de refrigeración para su almacenamiento. Sin embargo ya han ideado un modelo que fluidifique medicamentos presentados como polvos usando vibraciones, para así evitar las limitaciones de los líquidos. Por otra parte, ya se están ensayando nuevas vías de administración de los fármacos como la vía intrarretiniana o la transtimpánica.
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